El día de ayer ( 26 DE NOVIEMBRE 2011) , ha partido a
la eternidad, a la edad de ochenta años el señor Teniente General PIP (r) don Teófilo
Aliaga Salazar, promotor y artífice de la creación de la Escuela de Cadetes de
la PIP y de la Autonomía del Alma Mater institucional.
Por tal motivo, rindo un justo y merecido homenaje
póstumo a tan ilustre detective, forjador y precursor de la verdadera Historia
de nuestra amada P.I.P.
En el año 1956, el cadete de cuarto año y Brigadier General
de la Escuela de Detectives del Cuerpo
de Investigación, Vigilancia e Identificación (C.I.V.I.) Teófilo Aliaga
Salazar, solicitó una audiencia privada con el Ministro de Gobierno y Policía (hoy
Interior) de aquel entonces, Dr. Jorge Fernández Stoll, quebrantando así, una
de las injustas y abusivas órdenes reglamentarias de la Escuela Nacional de la
Guardia Civil y Policía, por la que se reservaba esta prerrogativa a los
brigadieres de la Guardia Civil.
El técnico brigadier general Teófilo Aliaga Salazar,
expuso valientemente al Ministro Fernández Stoll, en forma verbal y por
escrito, los vejámenes y atropellos que sufrían los aspirantes a detectives y las
razones por las que era imperativo e impostergable crear una escuela autónoma
de detectives con sus correspondientes secciones de cadetes y alumnos.
Como resultado de esta audaz, valiente y lúcida
iniciativa sin precedentes en la historia institucional, y de otros actos que
más tarde protagonizaría, el doctor Jorge Fernández Stoll, dispuso que la Escuela
de la Guardia Civil y Policía y la Escuela de Detectives, fueran comandadas temporalmente por sus líderes
natos, vale decir por sus respectivos brigadieres generales, hasta procurar la
reubicación de esta última. Unos meses después, mediante Decreto Supremo de
enero de 1957, el ministro cumplió su promesa de crear la ansiada Escuela de
Detectives, que funcionó provisionalmente a partir del 21 de mayo de 1957 en un
local escolar ubicado en la Av. Mexico del populoso distrito limeño de La
Victoria, frente a la Gran Unidad Escolar “Pedro A. Labarthe”, siendo bautizada
con el nombre de Escuela Nacional de Investigación Policial (E.N.I.P.). Transcurridos
casi cinco años, el 5 de abril de 1962 pasó a ocupar su local propio sito en la
Av. Aramburú 550, distrito de Surquillo, el cual fue adquirido y construido con
el aporte voluntario y mayoritario de todos los jefes, oficiales, auxiliares,
empleados civiles y personal en período de formación (cadetes y alumnos en su
rama masculina y femenina) de la Policía de Investigaciones del Perú, nombre
que se le asignó a la institución policial mediante Decreto Supremo de 1960;
tanto así que poco tiempo después la ENIP también cambió de nombre,
convirtiéndose en el Centro de Instrucción de la Policía de Investigaciones del
Perú (CINPIP).
Teófilo Aliaga Salazar, nacido en Lima el 30 de julio
de 1931, abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, realizó una
descollante carrera policial, obteniendo la placa de honor de su promoción
denominada “29 de enero”. Logró alcanzar el más alto grado jerárquico de Teniente
General de la Policía de Investigaciones del Perú.
A continuación la crónica, narrada por Carlos Rodríguez
Hurtado, uno de los cadetes testigos y participantes de los acontecimientos que
se sucedieron inmediatamente después de que el brigadier general, Teófilo
Aliaga Salazar, se entrevistara con el Ministro de Gobierno y Policía Dr. Jorge
Fernández Stoll y que le costaría una semana en el calabozo.
CRÓNICA DE UN GLORIOSO ACONTECIMIENTO
Carlos empezó a despertar, uno a uno, a los alumnos
más caracterizados de la promoción. Teófilo, despierta, Juan despierta.... y
así, cinco de ellos amodorrados aún por el pesado sueño en una noche fría y sin
luna, arrastrando sus pies como fantasmales figuras, se reunieron al costado
del camarote del Cholo Monoyama
(mitad negro, mitad llama), quien fastidiado por el murmullo de sus voces,
torció la boca y se volteó jalando la frazada para abrigarse mejor.
El servicio de imaginaria a una indicación de su
Brigadier se dirigió a la puerta para vigilar el largo corredor apenas
alumbrado por la tenue luz que despedía una desgastada lámpara pretomax, para
evitar ser sorprendidos en pleno conciliábulo.
Teófilo, agregó: hoy está de servicio el miserable del
''Teniente Camargo'' y con toda seguridad nuestra demanda le acarreará más de
una sanción y antecedentes negativos en su foja de servicio, por falta de
control, carácter y capacidad para enfrentar situaciones de conflicto. ¡Que se
joda! susurró con energía el "charapa Mendoza" "Si, ¡que se
joda!" manifestaron los demás al unísono, sumando sus voces apagadas.
Rompiendo el silencio nocturno, el ruido del motor de
un vehículo que parecía estacionarse frente al portón de la Av. Los Incas los
sobresaltó. El "charapa'' más ágil que los demás y acostumbrado a trepar
árboles en su natal oriente, se aupó a la pared y a través del vidrio confirmó
las sospechas. Es el maldito del ''Teniente Camargo'' con su viejo Ford"
-espetó- Bien, entonces está decidido,
seremos parte de la historia Enipita", -dijo Teófilo, el Brigadier General
y más antiguo de su promoción- Juan, intervino: "Todos nosotros debemos
correr la voz en nuestras respectivas secciones. No debe ser una actuación de
conjunto porque sería tomada como motín y un acto de rebeldía que podría
acarrear penosas consecuencias para el batallón, pero sí, en el momento
oportuno tenemos que apoyar la decisión que adopte nuestro representante.
Cuidado con los traidores que nunca faltan. Mucha cautela para no pisar en
falso y que el plan aborte" -Los circunstantes asistieron con un
movimiento de mentón- Lentamente volvieron a sus respectivos camarotes.
Todos ellos eran conscientes que su determinación
marcaría una etapa histórica en la vida académica de la antigua '''Escuela
Nacional de Policía''' y que se jugaban su futuro profesional, puesto que si no
se conducía el movimiento de una manera adecuada, firme pero ordenada, serian
objeto de severísimas sanciones que podrían culminar con su expulsión indecorosa
del centro de estudios policiales debido a su condición de dirigentes de la
justa demanda reivindicatoria.
Así, orillando pensamientos inquietantes, pero
convencidos de que su acción reclamante era necesaria para cesar de una vez y
para siempre las postergaciones y las arbitrariedades de que eran objeto todos
los días, ellos y sus compañeros por el solo hecho de pertenecer al Cuerpo de
Investigaciones y Vigilancia, que en ese entonces preparaba sus oficiales de
investigaciones en una Sección de la Escuela Nacional de Policía, alma mater de
la Guardia Civil y Policía; lentamente fueron acogidos por un sueño profundo
que presagiaba momentos de gloriosa recordación intemporal para los miembros
del CIVI y de la futura Policía de Investigaciones del Perú.
A mitad de la jornada del mismo día de mayo y
continuando con la rutina, los Cadetes de la Guardia Civil, empezaron a desfilar
con dirección al comedor de la Escuela, desde los años más avanzados hasta los
rezagados de la última sección. Los Técnicos y Alumnos de Detectives del Cuerpo
de Investigación, Vigilancia e Identificación, seguían formados esperando que
los señores cadetes GC terminaran su rancho para que recién el primer alumno
del cuarto año del CIVI pudiera disponer que sus compañeros y subalternos
pasarán a tomar sus alimentos al tradicional comedor.
Estando en su interior, el Brigadier General, Técnico
Teófilo Aliaga Salazar, tiró la charola con fuerza sobre el lustroso piso
diciendo con estentórea y emocionada voz, que se escuchó hasta la última mesa
del recinto: Esto es una afrenta y no la vamos a tolerar más. Esto se acabó. Julio,
su compañero de clase y uno de sus amigos más cercanos lo vio y quiso
acercársele para apoyar su gesto. En ese momento entró al recinto el
desgraciado del Teniente GC Camargo. Julio, retrocedió y volvió a su lugar.
"¡Qué pasa aquí, carajo! ¡Brigadier Aliaga!
¿Quién ha tirado la charola al piso?" -Antes que el aludido contestara-
agregó: "Al pobre diablo que lo haya hecho lo voy a desmierdar. Por la gran pu...! ¿Qué se habrá creído!"
Teófilo, impasible, escuchó la insultante y blasfema
amenaza. Miró lentamente a su alrededor y advirtió que todos los
Técnicos-alumnos tenían la vista puesta sobre él. Era el momento que había
esperado durante mucho tiempo. No podía dejar pasar la oportunidad; además, él
no tenía ningún tipo de temor al increpante, a quién desde el primer día que lo
conoció lo distinguió como un oficial abusivo y prepotente y muchos eran los
alumnos de la Escuela Nacional de la Guardia Civil y Policía, especialmente sus
compañeros de la Escuela de Detectives y de Auxiliares del Cuerpo de Investigación
y Vigilancia, que habían sufrido vejámenes y excesos de su parte. Sintió, cómo
la sangre encendía su rostro y sus manos se crispaban de indignación. Se
levantó de la mesa y adoptó la posición de atención. El Teniente GC Camargo, se
puso a un costado de él y con mirada desafiante y gesto altanero volvió a
preguntarle en voz alta, con un tono ofensivamente ruidoso y ronco:
"¡Quién!, ¡Dígame quién!".
Teófilo, tomó aire y con voz enérgica y clara le
contestó: "¡Yo!, Teniente Camargo, he sido yo, quién lanzó la charola al
piso, y lo hice porque como Brigadier General y primer alumno de la Escuela de
Detectives, tengo la obligación moral de protestar por la discriminación y el
rezago que venimos padeciendo durante muchos años los Técnicos y Alumnos de
esta Escuela".
El Teniente Camargo, se puso verde de cólera y sus
ojos parecían salirse de sus órbitas de pura ofuscación: "¿Está usted
loco, Brigadier Aliaga? Usted sabe que esta acción tiene un nombre, esto se
llama insubordinación y es un evidente acto de indisciplina. Le ordeno que inmediatamente
recoja la charola del piso y la ponga sobre la mesa".
Teófilo, giró en dirección del oficial y estando
frente a él, le dijo con digna mirada: "No lo haré, es más, tampoco tengo
la obligación de obedecerle. Usted es un oficial instructor perteneciente a la
Guardia Civil y yo un Cadete de la Escuela de Detectives; nosotros, por línea
de comando, tenemos el derecho de tener como instructores a oficiales de
nuestro propio Cuerpo de Investigación y Vigilancia.
En ese momento, todos los Técnicos y Alumnos
Detectives, empezaron a golpear las ollas soperas con las cucharas, provocando
un ruido monocorde, estruendoso y desagradable. El Teniente Camargo, viendo que
la situación se estaba volviendo peligrosamente tensa, optó por abandonar el
lugar, no sin antes amenazar a Teófilo con darle de baja y ordenarle que se
presentase inmediatamente ante la dirección de la escuela.
Teófilo, fue rodeado por sus compañeros de promoción,
quienes le hicieron saber su apoyo incondicional. Nuevamente tomó el mando y
ordenó: "¡Hoy nadie come!" Uniendo la acción a la palabra vertió el
contenido de su charola al interior del recipiente sopero. Dio media vuelta y
salió. El conjunto de Técnicos y Alumnos imitaron el claro mensaje de la
protesta. Las abolladas ollas se llenaron de comida. Se escuchó entonces un
aplauso, luego otro y otro, finalmente todos los presentes batieron palmas.
Nunca antes se habían sentido tan dignos y orgullosos. Se levantaron de sus
sillas y ordenadamente y en silencio salieron los altivos pero frustrados
comensales en dirección a sus cuadras.
Mientras tanto el Teniente Camargo se dirigió a la
dirección de la escuela en búsqueda del director, el Gral. GC Luis Rizzo Patrón
Lembeck , y estando en su presencia le narró detalladamente los pormenores de
la conducta del Brigadier Aliaga, agregando algunas señas de su invención con
un deshonroso ánimo difamatorio. El alto oficial carraspeó y dispuso que los
integrantes del ente consultivo de la escuela se presentasen a su despacho.
Estando reunidos trataron el tema y concluyeron que dadas las circunstancias lo
más conveniente sería desalojar a los indisciplinados y que fueran a cualquier
lugar lejos de la Escuela Nacional de la Guardia Civil y Policía.
El 21 de Mayo de 1957, entre risas, lágrimas y
algarabía juvenil los alumnos y auxiliares de la Escuela de Detectives del CIVI
esforzadamente iniciaron la mudanza. Al fin podrían ostentar con orgullo el título
de Cadetes, que en la '''Escuela Nacional de Policía''' estaba reservada para
los guardia civiles. Desde la reforma policial de 1922 los Alumnos de la
Escuela de Detectives del CIVI no estaban considerados como Cadetes sino como Técnicos-Alumnos.
Ese mismo día se instalaron en su propia Escuela de Detectives y Auxiliares de
Investigaciones que en conjunto formaron la Escuela Nacional de Investigación
Policial (ENIP), funcionando dicha escuela en un local situado en la Av. México
del distrito de La Victoria, frente a la G.U.E Pedro A. Labarthe. Y que años
después cedería al Instituto Pedagógico Nacional; cuando los miembros del CIVI
donaron sus sueldos y propinas de un mes y construyeron con sus manos y su
propio sudor, con estoicismo y plausible civismo, pletóricos de amor institucional,
su nuevo local ubicado en la Av. Aramburú Nº 550 en el distrito de Surquillo,
el mismo que fuera inaugurado el 5 de abril de 1962 con el nombre de Centro de
Instrucción de la Policía de Investigaciones del Perú (CIPIP). Esta fue la
culminación de un viejo anhelo y un necesario corolario a la nueva denominación
del CIVI que el 3 de junio de 1960, después de aprobarse su nuevo Reglamento
General, viera cambiar su nombre por el de Policía de Investigaciones del Perú
(PIP).
Luego de una semana de ocurrido los hechos, el Cadete
CIVI Teófilo Félix Aliaga Salazar (TAS) abandonaba el oscuro calabozo de la
Escuela Nacional de la Guardia Civil y Policía, luego de cumplir una abusiva
sanción, por ser considerado el gestor y ejecutor del trascendental motín. TAS
con su frazada bajo el brazo volvió su mirada y leyó en la sucia pared de la fría
mazmorra, por última vez, aquel escrito lleno de sabiduría y protesta: “Sólo tienen el desolado privilegio de no
haber errado jamás, los que nunca han hecho nada". Cruzó los añosos
pasillos de la vieja escuela, bajo las sombras fugaces abortadas por los viejos
artesonados de sus techumbres. Lentamente avanzó hasta el ambiente del servicio
de centinelas, notando que ocho elegantes Cadetes GC, vistosamente ataviados,
estaban formados en fila con sus fusiles máuser original peruano en posición de
descanso. Al verlo, los jóvenes lo reconocieron y sin mediar orden alguna se
pusieron en atención y levantando sus viejos fusiles le presentaron armas. TAS,
siempre con la mirada en alto saludó el gesto y gruesas lágrimas de joven león
humedecieron sus mejillas.
El honor, la justa aspiración y el orgullo transparente
y puro de los jóvenes Cadetes de la Escuela de Detectives y de Auxiliares del
Cuerpo de Investigación y Vigilancia e Identificación, finalmente, habían
vencido a la soberbia, la intolerancia y el abuso.
Narración de:
Carlos Rodríguez Hurtado, testigo presencial y participante de estos hechos
históricos.
Atentamente, con Honor y Lealtad,
Compilación de:
Julio Luis Huamán Aguirre, Abogado, Consultor Internacional, Oficial de
Investigaciones, integrante de la Promoción de Oficiales PIP “Capitán Daniel
Zevallos Parra” (1975-1978) “Los Colosos”.
Dallas, Texas, 27 de noviembre de 2011.
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