El desarrollo de éste fenómeno tiene mucha similitud en nuestra realidad por el abandono e indiferencia de parte del Gobierno de la problemática de seguridad y el menosprecio de las Fuerzas del Orden a las cuales las tiene abandonadas y desmoralizadas a su suerte, pero si controladas en sus comandos para fines represivos,con las consecuencias que conocemos.El artículo es muy elocuente para obtener conclusiones.
Un fuerte abrazo
Julio Velásquez
http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/48127.html Entre culpables e irresponsables Alejandro Gertz Manero |
Los policías de todos los niveles a diario se acusan y se culpan unos a otros, para así eludir su responsabilidad en el desastre en materia de prevención al delito en el país. Mientras que el Ejército lo primero que hace al llegar a cualquier población es detener a todos sus policías, éstos apenas quedan en libertad se dedican a culpar a las fuerzas armadas por los resultados tan cuestionables que han tenido en muchas plazas del país. En ese proceso de culpar y disculparse, las autoridades federales culpan a las policías municipales y proponen disolverlas para incorporarlas a las policías estatales, para que así los gobernadores le quiten a los presidentes municipales la responsabilidad de las tareas que constitucionalmente tienen que enfrentar, mientras que en el fondo de este asunto está el control político de esos cuerpos policiacos, y sobre todo de el consecuente manejo del torrente de fondos públicos y los negocios colaterales que son tan apetecidos por los políticos. Quienes culpan a las policías municipales y proponen que se conviertan en estatales, tal parece que padecen de una extraña esquizofrenia que les impide ver que las policías judiciales o ministeriales que sí son estatales, y que no dependen de los municipios sino del gobernador del estado, son más corruptas y más ineficientes que las propias policías municipales, y eso mejor prefieren ocultarlo en su juego de intereses, que nada tiene que ver finalmente con la seguridad de las personas. En ese frenesí por buscar a quien echarle la culpa, los ministerios públicos señalan a los policías por la inconsistencia de sus partes policiacos, como si ellos no pudieran ampliarlos y corregirlos en el momento de la denuncia; también culpan al exceso de trabajo, olvidándose del exceso de corrupción, y culpan a los denunciantes por estarlos abrumando con tareas que muchas veces no les dejan el rédito pecuniario que esperan de esa franquicia. Los jueces culpan al Ministerio Público de integrar con deficiencia o mala fe las averiguaciones previas, pero no se acuerdan de sus propias dilaciones e inconsistencias, y en esa cadena infinita de culpar y de eludir, las autoridades penitenciarias culpan a los jueces por el retraso en las sentencias que mantienen a casi 50% de los presos dentro de los penales sin que se haya definido plenamente su responsabilidad, generando así uno de los muchos factores de la inmensa corrupción que reina en las cárceles, donde sus autoridades culpan a la falta de personal, pero no a la corrupción del mismo, hasta que explotan los casos de violencia, donde emerge la colusión entre custodios, autoridades y delincuentes que vuelven a culparse unos a otros en esa danza infinita de elusiones e irresponsabilidades. El gobierno culpa a los norteamericanos por permitir que las armas vengan a México, pero no culpan a sus propias autoridades aduanales, que son las que permiten que ese contrabando y todo el resto de los bienes que masivamente entran al país en forma ilegal, puedan hacerlo gracias a la sacrosanta corrupción; los americanos culpan a los mexicanos por sembrar, transportar e introducir la droga a Estados Unidos, y ahora por comercializarla dentro de ese territorio; mientras las autoridades nacionales culpan de nuestra crisis al consumo de drogas en Estados Unidos, cuando la razón se halla en el mercado interno de drogas en México, que ha crecido en forma exponencial, convirtiendo las calles de nuestras ciudades en un campo de batalla de “capitalismo salvaje” del narcotráfico, que ya le disputa a sus cómplices y encubridores las funciones de autoridad, mientras que el gobierno desesperadamente publicita sus supuestos “éxitos” en las tareas de inteligencia que se logran gracias a la ayuda de las autoridades estadounidenses y a la efectividad del Ejército. La danza de las culpas y las disculpas de poco o nada ha servido, porque las estructuras del gobierno realmente no pueden ni quieren resolver este asunto de fondo, ya que están hechas para servir al poder y a los intereses que controlan al país, y cuando tienen que enfrentar una tarea cotidiana de servicio y de eficiencia a favor de su comunidad, sus propias características se los impiden, porque el gobierno nació para estorbar, para asustar y para amenazar, pero no para resolver y para servir a la inmensa mayoría de los mexicanos, que ven en el propio gobierno en todas sus advocaciones, a uno de sus enemigos más implacables. Si en lugar de estarse culpando unos a otros, mientras se encubren con escándalos publicitarios fugaces, hicieran lo que deben de hacer, no estaríamos enfrentando éste y otros grandes problemas que tanto lastiman a nuestro país. editorial2003@terra.com.mx Doctor en Derecho |
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