En la
madrugada del 2 de febrero último, un
grito desgarrador y un llanto incontrolable , rompió el silencio del edificio
en la playa norte de San Bartolo.
Ana,
la devota mujer de Lucho Labarthe , la mujer y compañera durante diez años de su vida, sentía que una gélida
espada atravesaba su corazón cuando comprobó
que su amantísimo esposo había dejador
de vivir .
En
medio del estallido de la luz matinal,
el manso rumor de las olas , el graznido de gaviotas solitarias, el dulce aroma
de la brisa del mar , Lucho Labarte estaba señalada para morir ese fatídico día, cuando un día antes había llamado e
insistido por teléfono a sus amigos para que no se olviden que había preparado
un almuerzo en su departamento ese día, justamente, cuando la muerte le tenía
preparada una sorpresa.
Este
hecho fue algo inesperado , porque nada hacía presagiar la urgencia e irrevocabilidad del mandato de la
muerte que cuando nos coge lo hace asolapada, traicionera, sin darnos tiempo
para nada , porque siempre pensamos que somos indestructibles o que nuestros
amigos son de acero inoxidable o que siempre los vamos a ver .
Lucho
había estado en una reunión amical la noche anterior y como era habitual en él,
gozaba de la vida , estuvo alegre, feliz
y desplegó su amistad con esa manera franca y sincera de ser con todos los que lo conocían .
Día
trágico para la familia. Y más trágico para
los amigos de San Bartolo, aquel pueblo con aire provinciano que acoge con
calidez a los veraneantes y surfistas todo el año..
Estuve
con él y unos amigos en su reciente matrimonio en noviembre del año pasado y en
la fiesta de fin de año.
Después
de su muerte, San Bartolo ya no será la misma.
Su carácter
especial y temperamento lo convertía en el eje y motor de toda reunión social,
en el infatigable amigo que disfrutaba viendo u observando que su amigos estén
cómodos, gocen de la vida como él lo hacía y disfruten de los ricos potajes que
le gustaba preparar o encargar para las reuniones que él organizaba , ya sea en
su departamento del quinto piso del
edificio “Malaga” o en el Club San
Bartolo.
La
muerte tiene muchas razones de ser.
Y en
el caso de Lucho Labarthe, su fín rápido, sorprensivo , inesperado , algo detonó en el corazón y los sentimientos
de sus amigos cuyas secuelas hasta ahora
se sienten.
Es
una lástima que la muerte cobre vidas como la de Lucho.
Dice
un viejo refrán que " nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde". Y
esa palabras tienen vigencia con la desaparición del amigo que ha dejado un tremendo vacío en su familia y
amigos, pero el mayor dolor es pensar
que se ha perdido la representación más genuina de la amistad y la alegría de
vivir en San Bartolo.
Lucho
Labarthe era muy humano. Capaz de quitarse la comida de la boca para darle a
los pobres o abrazar a un recién conocido mostrándole su amistad y carácter
querendón .
Sabía
disfrutar de los hermosos atardeceres de la playa norte de San Bartolo, estallido
de luces y colores, así como de la compañía de sus amigos que hoy lloran su
desaparición .
Va a
pasar un buen tiempo hasta que nos acostumbremos a su ausencia, porque lo
seguiremos viendo en el rumor de las olas , en los hermosos atardeceres que lo
dejaban boquiabierto, en el disfrute de una buena conversación, en el saludo
afectuoso y lleno de alegría. Así era Lucho Labarthe.
Alegre
y juguetón como un y niño pero un zorro en los negocios . Supo amar a su manera
. Lo recordarán como un hombre de carácter fuerte, temperamento alegre y semblante
firme, como aquellos antiguos guerreros que perseguían sueños y se iban a la
guerra por un ideal .
Adiós
amigo Lucho Labarthe, tu partida ha dejado un gran vacío .
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