domingo, 16 de diciembre de 2007

Sangre , sudor y lágrimas


En 1938, Neville Arthur Chamberlain, regresó a Londres desde Munich para recibir la mayor ovación de su vida : "He traído la paz" les dijo a sus compatriotas abriendo los brazos en cruz; en una mano el bombín elegante y en la otra el paraguas casi emblemático. Los ingleses se abrazaron locos de contentos.

Los alemanes habían sido apaciguados con un pedazo de Checoslovaquia. Se lo habían entregado a Hitler como quien lanza un hijo pequeño a un lobo hambriento para alejarlo de la caravana en fuga. Era una vileza comprensible. La otra opción consistía en la guerra con Alemania y sus aliados italianos .Europa respiró aliviada.

Winston Churchill , que andaba a la greña con su propio Partido Conservador, protestó con firmeza, pero nadie le hizo caso. Le dijo a la prensa, sin quitarse el puro de la boca un par de brevísimas frases: " Hitler sólo quiere ganar tiempo; esto sólo le abrirá el apetito". La verdad es que los ingleses que recordaban con toda claridad la carnicería del 14 de julio de 1938, no lo escucharon. Al año siguiente , los alemanes invadieron Polonia y comenzó la segunda guerra mundial . Hitler en efecto, sólo ganaba tiempo mientras forjaba alianzas militares y alistaba sus divisiones blindadas. Sabía que las concesiones arrancadas al enemigo mediante l intimidación , eran victorias morales más importantes aún que las bélicas. Las Fuerzas Armadas británicas no estaba suficientemente abastecidas y comenzó una cadena de derrotas. Irónicamente, la mayor victoria inglesa fue la retirada de Dunquerque . Tras la derrota en Noruega, en 1940, Chamberlain tuvo que renunciar y en medio de una ola de rechazos que bordeaba el desprecio.

Churchill que se había incorporado al Almirantazgo tan pronto comenzó la contienda , fue llamado a gobernar.Era la hora de los halcones. Como parte de las ceremonias de asumir el mando, acudió su famoso discurso conocido como "Sangre, sudor y lágrimas" .Este texto , leído con voz penetrante, emotiva, vale la pena escucharlo, pues se conserva una grabación en buenas condiciones. Churchill estremeció al país. Lucharán en los valles, en las calles, montañas, en el campo abierto. La lucha sería larga y terrible, pero nadie les arrebataría la libertad.
A partir de ese momento algo cambio en la actitud de los ingleses. Una cosa como antigua y caliente comenzó a quemarles el corazón. Sintieron que al frente de la tribu se había colocado quien los guiaría a la victoria. De pronto la ilusión encarnó en un desesperado grito de guerra.

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