Autor: Luis F. YUNIS H.
Don Miguel de Cervantes Saavedra, nos refiere en el famoso Coloquio de
los Perros que "la humildad es la base y fundamento de todas las virtudes,
y que sin ella no hay alguna que lo sea".
Opinaba así el príncipe de los
ingenios, que la modestia y la discreción mejora las demás virtudes y enriquece
la personalidad.
Sin duda alguna, el
novelista y poeta estaba en toda su razón. No hay virtud más loable que
la
humildad, la modestia, la sencillez y la moderación - eso hace grandes a
los
hombres -.
Viene esta reflexión a mi mente y que me permito hacerla
pública,
porque he experimentado un hecho que considero trascendente y
ejemplarizador en
un hombre actual dentro de nuestro contexto de presunciones y
petulancias, con
honrosas excepciones obviamente. Un varón, que pese a ostentar un cargo,
sin
duda alguna, importante; y un grado jerárquico muy significativo, y que
no ha
permitido que ello lo ciegue ni lo obnubile. Hallé en este hombre
transparencia,
simplicidad, naturalidad, afabilidad y una gran dote de sinceridad.
He
conocido
a lo largo de mi vida a muchos personajes de igual, mayor y/o menor
jerarquía y
de similares cargos estatales donde la vanidad, la jactancia, la
soberbia, la
altanería y la pedantería se hacían casi visibles en sus movimientos
corporales, en sus limitados razonamientos y en sus estúpidas formas de
dirigirse a sus conocidos, amigos, subordinados y personas en general;
sin
embargo, a la vuelta de la esquina despojados de su andamiaje pasajero,
se
convirtieron nuevamente en barro y miseria, pero, con el peso oprobio de
que
aquellos conocidos amigos y subordinados los contemplaran con ojos
lastimeros.
Pero hoy, deseo referirme y “sacarme el sombrero” como diría mi abuelo,
mi
padre y los viejos antiguos, por aquellos hombres que se ganaron un
especial
respeto por su especial forma de ser y proceder. Me refiero a don
Herbert ROSAS BEJARANO, General de la
Policía Nacional del Perú en situación de actividad, y Director nada más
ni
nada menos que de la Dirección contra el Terrorismo. Jamás lo había
conocido
personalmente, obviamente, había escuchado de él por amigos en común,
por sus
atinadas entrevistas televisivas y radiales propias de su alta
envestidura, y
especialmente por sus certeros comentarios a las diversas publicaciones
en la
red social, y modestamente a algunos artículos del suscrito.
El destino
permitió que coincidiéramos hace pocos días convocarnos,
indistintamente, en el
club “Las Casuarinas” y como quiera que yo deseara conocer a don Herbert
ROSAS
BEJARANO por la curiosidad propia del aspirante de escritor, me permití
preguntar entre los amigos en común si conocían a esta personalidad. La
respuesta fue inmediata y para sorpresa me dijeron que se hallaba a
algunos metros
de donde yo estaba y que si lo deseaba me lo presentarían. No dude y fui
a su
encuentro acompañado de quien me haría la presentación.
Don Herbert
estaba
acompañado de un grupo cerrado de amigos, presumo que de su promoción,
pero,
cuando fui presentado se permitió un espacio estrechándome cordialmente
la mano
y esbozando una sonrisa me dijo: “Hola Lucho, ¿como estas? placer de
conocerte”
– me dejo estupefacto – primero porque conocía mi nombre y luego por
hacerme
saber de mis modestos logros.
De inmediato, me presentó a su señora
esposa,
para luego agregar “que se sentía complacido que un hermano
institucional
continúe en la senda del esfuerzo que conlleva al logro de objetivos, y
que
transmitiera su saludo a todos los hermanos PIP sea cualquiera el lugar
del mundo donde se hallaran” continuó manifestándome “que
él se encontraba a disposición de los asociados de ASOGLOPIP porque
valora el
esfuerzo de hacerse de un espacio lejos de la tierra que los vio nacer”.
Le di
las gracias y le hice saber que sus palabras las haría conocer a los
miembros
de nuestra Asociación y que particularmente estaba complacido de
conocerlo
porque pese a sus múltiples ocupaciones se permite un tiempo y espacio
para opinar
fraternalmente y transmitir ideas sanas y positivas, sin alarde y desde
una
perspectiva simple y coherente que refleja la transparencia de su
elevado y
modesto espíritu.
Nos estrechamos las manos y nos despedimos.
Sus
palabras las
percibí completamente sinceras y vi en él a un hombre integro y probo.
Pocos
días después tuvo la gentileza de invitarme para una ceremonia que se
llevará a
cabo el 12 de Setiembre donde se recordará la epopeya del gran trabajo
del GEIN
en la pacificación de nuestro país, permitiéndose confiar en mi algunos
aspectos emotivos e institucionalistas que prefiero guardar en reserva y
que
será trascendente en la solemnidad del día institucional.
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